Miquel Serra

Miquel Serra

Yo pasaba por ahí. Descubrí a Miquel Serra por casualidad: entré en los estudios de la desaparecida –ejecutada por el actual gobierno en las islas- Ona Mallorca para saludar a Celestí Oliver, presentador del programa Bufet Lliure y en esos momentos estaba sonando una canción de “Opilions”. Me he topado con el talento genuino pocas veces en mi vida, pero en ese momento comprendí que ésa era una de esas ocasiones. Inmediatamente intenté conseguir una copia del disco y mi fascinación hacia su música no dejó de expandirse con cada escucha: había algo en él que me tenía completamente enganchado, algo que tiene que ver con el mismo espíritu de su música y su obsesión con una infancia sencilla y feliz.

A pesar de tocar en grupos desde que era casi un niño acompañando a su hermano mayor, del que él siempre dirá que era “el bueno”, Miquel Serra sigue siendo uno de los secretos más bien guardados del folk mallorquín. Ni siquiera sé si llamarlo folk es correcto, aunque definitivamente es un tío con una acústica y está claro que siente un apego por la tierra que pisa que bien podría servir para equipararlo a esos viejos cantantes de los Apalaches que sólo tenían ganas de acabar la gira para volver a su granja. Miquel Serra no tiene una granja, pero sí un terreno en el que cultiva fresas. La agricultura y la música son su pasión. Lleva una vida sencilla, aunque ha vivido en Francia durante unos cuantos años –cuando apareció “Opilions”, precisamente- y se pasó ocho meses viajando por Sudamérica trabajando en diferentes fincas –apenas tuvo tiempo de darme una copia de “Música útil” antes de partir.

Uno y otro se complementan, aunque “Opilions” siempre me ha parecido el mejor, por el simple hecho de que siempre lo he creído una pequeña obra maestra. Cuando lo compuso, Serra andaba fascinado con Animal Collective y decidió imitar esa idea de experimentar a través del juego. Unido a un pasado marcado por el rock de los 90 y una austeridad de medios que va de la mano con su manera de ver el mundo, consiguió reunir un racimo de canciones que conseguían glosar psicodelia, folk mediterráneo y pop con una sencillez engañosa y una efectividad sobrecogedora. “Música útil”, en cambio, resultó ser un trabajo menos luminoso, más basto, pero igualmente conmovedor: ni siquiera las prisas con las que fue grabado podían ocultar la belleza de canciones como “Rumba” o “Apunt corrent”.

Creo intuir que todas sus canciones hablan de su infancia de una u otra manera. Lo increíble en todo caso es que no hay tragedia en su música, no encontrarás una brizna de resentimiento o dolor, sino unas ganas tremendas de extraer de cada detalle de su pasado y presente todas sus maravillas. Al fin y al cabo, Miquel Serra es un hombre que decidió un buen día simplificarse a sí mismo, vivir una vida tranquila en contacto con la gente que quiere. Como enamorado de su música espero que nunca deje de componer canciones y tener la oportunidad de escucharlas, pero una parte de mí espera que sacar discos y tocar en directo siga ocupando el mismo lugar que ha ocupado hasta ahora en su existencia. Serra es tan humilde que ni siquiera se le ha pasado por la cabeza que sus canciones puedan arrastrarlo hacia donde no quiere, así que sólo espero que todo siga igual, que Miquel sea siempre nuestro secreto, y así poder disfrutar con él de esa arroz que nos debemos en Cala Morlanda. Eso estaría realmente bien.

Joan Cabot / Abril 2012