Te pones a Diego Hdez y más que invitarte a escuchar su música, parece que te haya invitado a su casa. Entra, anda. Aquí vivo yo, en estas canciones. No están decoradas con lujo, sino con gusto, que no es lo mismo. Nunca lo es. Grabados con el programa Garageband que los Mac incorporan de serie a través del micro del ordenador, los temas de “Small songs for new beginnings” no llevan maquillaje embellecedor alguno (ni filtros ni nada que se le parezca). Son hermosas porque son así. Tienen un guapo natural. Y están compuestas (¿improvisadas?) al mismo tiempo que Diego las está interpretando. «Todo es primera o segunda toma auto-obligada”, reconoce este músico canario. 17 tomas, 17 temas. Las ocho primeras micro-canciones miran al pasado y están prescritas para dolores del corazón (“Small songs for big heartaches”). Como las nueve restantes, miran a las nuevas puertas que se abren para el futuro (“Small songs for new beginnings”), su sonrisa optimista es la que acaba titulando el disco. Pero todas ellas tienen el encanto de lo hecho a mano, del pop sin intoxicar. Porque, todavía no lo habíamos dicho, la música de Diego Hdez es pop, claro. Pop con banjo, con guitarra española o acústica. Pero también pop de cacharrería: Diego echo mano de lo que tenía por casa (“La batería de juguete de mi hija Alberta, su stratocaster de Bob Esponja, un teclado de Pocoyo, etc…”). Si a Elliott Smith le hubieran cambiado el backline por el de Pascal Comelade, quizá hubiera sonado así.